#Turismo Tipos de experiencias según el tipo de cliente pic.twitter.com/uGdLfXEdNW
— ㋡ Fernando Esteban (@Sonriend0) April 24, 2024
Podemos hablar de 4 tipos de experiencias turísticas : educativas (aprendizaje), de entretenimiento (visualización pasiva), escapistas (participación activa) y estéticas (vivir la experiencia), según los niveles de participación del cliente. Esta clasificación ayuda a comprender cómo los diferentes clientes buscan experiencias únicas.
La participación del cliente se divide en aquellos que desean absorber pasivamente, aquellos que prefieren la participación activa y aquellos que desean sumergirse por completo en una experiencia. Este marco nos ayuda a los proveedores de turismo a adaptar nuestros servicios para satisfacer estas diversas necesidades y tipologías de cliente.
La economía de la experiencia es un modelo económico en el que la experiencia vivida por el cliente se convierte en el principal valor diferencial de los productos y servicios. Este concepto fue definido por primera vez en 1998 por B. Joseph Pine II y James H. Gilmore, quienes propusieron la economía de la experiencia como la siguiente fase en la evolución económica, después de la economía agrícola, la industrial y la de servicios.
En la economía de la experiencia, el producto o servicio ya no es el único protagonista; ahora, lo más importante es la sensación, la emoción y la participación del cliente. Esto tiene una aplicación directa en el sector de los viajes de aventura o de cicloturismo, donde los viajeros no solo buscan recorrer rutas, sino también vivir experiencias únicas que incluyan inmersión cultural, contacto con la naturaleza y sensaciones memorables.
En estos viajes singulares, la experiencia se construye a través de cada interacción con el viajero, desde la elección de la ruta hasta la llegada a los destinos intermedios. Los «momentos de la verdad» se producen en cada parada, actividad o encuentro con la cultura local. La experiencia del cicloturista no solo incluye el recorrido en sí, sino también el alojamiento, la gastronomía, la interacción con la población local y el descubrimiento de hitos culturales.
La experiencia participativa se basa en la participación activa o pasiva del cliente. Un ejemplo de participación activa es cuando los cicloturistas participan en talleres de reparación de bicicletas o degustaciones culinarias locales. La participación pasiva se da cuando el viajero disfruta de una visita guiada o una demostración cultural sin intervenir directamente.
La experiencia de conexión es la inmersión del viajero en la cultura y el entorno. En las rutas de cicloturismo, la conexión se da cuando los viajeros se sienten parte del paisaje, la historia y la cultura del lugar. Por ejemplo, en nuestro caso, hacer una ruta por la Cartuja de Miraflores, el Monasterio de Cardeña y subir a Carcedo en Burgos, no es solo pedalear por la nueva ciclovía; es un viaje cultural que conecta al cicloturista con la historia y la tradición local.
Los viajeros o cicloturistas que viven experiencias memorables tienden a repetirlas. La conexión emocional generada durante el viaje se traduce en lealtad hacia la marca, la empresa que organiza la actividad, los proveedores y el territorio. Por ejemplo, un viajero que recorre rutas bien diseñadas y vive experiencias únicas es más probable que recomiende la actividad o vuelva a contratarla. Hoy las reseñas de Tripadvisor de un restaurante, un hotel o una actividad son textos emocionales de la experiencia.
La competencia en el sector del turismo no solo se basa en la calidad de los autobuses, los aviones, los hoteles, las bicicletas o la belleza del propio viaje. La clave está en la experiencia que se ofrezca. Empresas que incorporen actividades culturales, gastronómicas o de bienestar durante las rutas o viajes tendrán una ventaja competitiva. Algo más creado con sentido de pertenencia.
Los clientes están dispuestos a pagar un más por experiencias únicas y memorables. En Cyclingvan ofrecemos paquetes premium que incluyen visitas guiadas, degustaciones exclusivas o alojamiento en hoteles boutique. O proyectos singulares para hacer ciclismo lento de minorías en Europa o en países remotos como Rusia, Vietnam o Corea de Sur.
Entendemos las rutas de los viajes como un «customer journey» con múltiples puntos de contacto. La economía de la experiencia permite optimizar cada uno de estos puntos, desde la reserva inicial hasta la retroalimentación posterior. Al dar servicio a pocos clientes en cada ruta o viaje nos permite personalizar la atención, proporcionar información digital, o integrar recomendaciones automáticas en los teléfonos según las preferencias del usuario.
No todos los viajeros o cicloturistas buscan lo mismo. Algunos quieren aventura, otros tranquilidad y algunos buscan experiencias culturales. Personalizar el recorrido, las actividades y los servicios es clave para satisfacer sus expectativas. Incorporar nuevas tecnologías (por ejemplo, aplicaciones móviles para planificar la ruta, Komoot) o nuevas actividades (como charlas de filosofía, historia del territorio o talleres de reparación de bicicletas) puede marcar la diferencia. Monitorizar cada etapa del viaje nos permite saber qué está funcionando y qué no. La tecnología nos ayuda a medir el tiempo de permanencia en ciertos puntos, la satisfacción con las actividades y otros indicadores clave.
La economía de la experiencia ha transformado la forma de diseñar, planificar y acompañar a nuestros clientes. Los clientes buscan recorrer distancias, y vivir momentos únicos, memorables y dignos de ser compartidos. Este modelo económico nos permite diferenciarnos, aumentar la lealtad de los clientes y generar una mayor rentabilidad. Para lograrlo, es necesario escuchar la voz del cliente, personalizar la oferta y crear experiencias inolvidables en cada punto de la ruta. En definitiva, el cicloturismo con Cyclingvan se convierte en un arte que mezcla la aventura, la cultura y la conexión emocional en una sola experiencia inolvidable.